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Mi experiencia en la TLP 2024: Una historia para Otakus entre pasado y presente

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Dos jovenes otakus

Un evento que se ha estado gestando desde la primera Tenerife Lan Party en el año 2006. A lo largo de los años, ha ido fortaleciéndose y popularizándose hasta convertirse en un evento obligatorio dentro de la cultura urbana y juvenil de nuestra sociedad canaria, con un eco que llega incluso a la península.

El origen de Salón Otaku y la cultura japonesa en Tenerife

Es curioso recordar el comienzo del primer salón del manga. Yo, un servidor, tenía nada más y nada menos que 16 años. Había muchísima ilusión. En aquel momento, la magia surgió gracias a la fuerte colaboración de una asociación pionera en aquella época llamada Salón Otaku, presidida por Arikami (Isana Sánchez, Naradiel) y en gran colaboración con la tienda friki que más expandió esta cultura en Tenerife: Krypton Comics, de Mauro Rodríguez, junto con La Cómicsería, la tienda friki más antigua. Estas y otras personas marcaron un antes y un después, ayudando a instaurar esta cultura de elementos orientales que, a nuestros ojos, parecía casi cosa de alienígenas.

Extracto de recuerdo de como lo pasábamos miembros de la Asociación Salón Otaku en Krypton Comics.

Estilos totalmente nuevos de baile, como el Para-Para, comenzaban a abrirse paso en los parques de Santa Cruz, con más de 30 personas haciendo coreografías con música tecno al estilo Camela, pero con un toque evidentemente japonés. Se formaba una imagen nueva y nunca antes vista en la capital. También los karaokes japoneses no dejaban indiferente a nadie en los primeros eventos, y con ellos surgía el movimiento más potente y fuerte de la última década: el K-pop. Fuimos pioneros. En 2007 ya escuchábamos K-pop, y nunca pensamos que llegaría a tal nivel, hasta el punto de ver grupos coreanos en las listas de los 40 principales.

Una cultura sana que promovía el arte

Jóvenes de Salón Otaku bailando Para-Para en el Salón del Manga de la TLP 2008

Hace más de quince años, estos eventos comenzaron a calar muy fuerte. Nos sentíamos diferentes, como si estuviéramos en la antesala de un gran cambio que impactaría a las siguientes generaciones. En aquel entonces, éramos grupos reducidos, y esa sensación nos hacía sentir como los descubridores de una nueva forma de socializar, de disfrutar de la vida, y de adoptar las nuevas tecnologías. Lo mejor de todo es que, en su mayoría, esta cultura promovía una diversión sana, basada en el arte y en las historias que vivíamos a través de los videojuegos, anime y manga. No había mucho espacio para las drogas o el alcohol. Lo que importaba era la interacción social, el entretenimiento, y disfrutar de nuestros hobbies. Siempre tuve la convicción de que esta cultura nos hacía bien, incluso a nivel de salud.

Quién me iba a decir que, a mis 33 años, el fenómeno del Cosplay se consolidaría tanto, hasta convertirse en otra tribu urbana, asentada como las más arquetípicas de décadas anteriores, como los góticos, los hippies, o los heavys. Hoy en día ser Otaku está normalizado. Puede haber todavía algunos resquicios de burlas hacia los cosplayers que se pasean por la ciudad luciendo sus trajes, pero si lo comparamos con hace 15 años, la situación ha mejorado considerablemente. Cada año, en la TLP se rompen cifras de visitantes, y la cultura freak sigue ganando adeptos. Al normalizarse, se asienta y se convierte en un estilo de vida que impulsa de forma positiva a las industrias del entretenimiento.

El impacto del Cosplay y la cultura Otaku en la actualidad

Pero, como decía antes, lo que sucede hoy en día me parece utópico desde la perspectiva del pasado. Jamás imaginé que, en mi tierra canaria, hoy podríamos comprar sushi en el supermercado o comerlo en casi cualquier barrio o esquina de la ciudad. Las personas han adoptado costumbres asiáticas. El mestizaje está aumentando debido a la mayor afluencia de la emigración oriental hacia Europa, y cada vez veo más personas con rasgos asiáticos, que a mí, personalmente, me resultan un encanto estéticamente. Con todo esto, no salgo de mi asombro.

Un Flashback hacia el pasado

Recuerdo cuando tenía 8 años y me di cuenta de una gran diferencia en las historias de los dibujos animados con ojos grandes en comparación con otros cuyos personajes tenían los ojos más pequeños. Lo que más me sorprendió fue descubrir que, en esos dibujos, la narrativa era distinta, y me resultaba especialmente atractiva. Al principio pensaba que eran chinos, pero luego supe que provenían de Japón. Fue en ese momento, a mis 8 años, cuando descubrí lo que iba a moldear mi vida. Ese verano, mi madre trabajaba en una casa en Guamasa, Tenerife. La casa era grande, lúgubre y sombría, con un ambiente frío, puertas enormes de madera y un patio interior. Aunque me parecía una casa digna de Drácula, también me resultaba inspiradora.

Allí descubrí un tesoro: una habitación con la televisión más grande que había visto, un sofá de cuero cómodo y una estantería repleta de VHS. Al empezar a mirar con curiosidad todas esas cintas, la mayoría eran colecciones completas de series y películas de anime. No fui consciente de que había entrado en la habitación de un auténtico Otaku noventero, los verdaderos incomprendidos. Escogí una cinta y la introduje en el reproductor de video, y el sonido característico de la cinta fue el comienzo de un nuevo mundo para mí. La cultura japonesa se abrió ante mí.

Poco después, el amor por la cultura nipona se consolidó al descubrir Digimon y el Studio Ghibli. Cuando vi el tráiler de La Princesa Mononoke en una cinta de Pokémon 4Ever, supe que esa película sería especial, y hasta el día de hoy sigue siendo una de mis favoritas. Con el tiempo, descargué todas las películas de Ghibli, y cada una fue una experiencia única. Su narrativa me atrapó de una manera que ni siquiera las películas de Disney lograban. Eran más sencillas en argumento, pero lograban una conexión profunda con los valores de la cultura japonesa.

Experiencias compartidas en un campo invisible de sentimientos

Es increíble pensar que, aunque vivía estas experiencias de forma muy personal y sin compartirlo mucho con los demás, había muchas otras personas de mi generación sintiendo lo mismo, cada uno en sus casas, en silencio. Sin saberlo, estábamos conectados por esas mismas emociones, ese amor profundo por la cultura japonesa. Fue con el tiempo, al unirme a la Asociación Salón Otaku, que descubrí que no era el único que sentía esta fascinación. De repente, vi que muchas personas compartían mi pasión por el anime y el Studio Ghibli. Me impresionó cómo, sin saberlo, todos habíamos estado viviendo esta experiencia de manera paralela, y años después nos unimos bajo el mismo sentimiento. Es como si hubiera habido un campo de conciencia que nos conectaba, y que con el tiempo se materializó en eventos, asociaciones, amistades e incluso parejas. La adopción de la cultura nipona por parte de la sociedad europea, española y, en particular, canaria, es el resultado de esa conexión que compartimos sin darnos cuenta.

Lo interesante de todo esto es que el amor se entierra por causas múltiples. Las circunstancias nos llevan a sepultar nuestras propias pasiones, lo que provoca una sensación de olvido, o de «ya no es lo mismo». Pero cuando, con el tiempo, volvemos a crear un espacio para nosotros mismos, nuestras pasiones resurgen, casi en su estado original, aunque con el leve toque de la madurez. Esa madurez nos permite una perspectiva más amplia, una visión del bosque entero. A veces, los quehaceres y el piloto automático nos matan la voluntad y el ánimo, y pueden llevarnos a la anhedonia más absoluta, haciéndonos creer que ya no sentimos nada ni por las cosas ni por las personas. Pero simplemente hemos descuidado tanto nuestro mundo interno que parece un jardín no regado, que muere y perece. Sin embargo, si volvemos a regarlo, siempre hay oportunidad para que florezca de nuevo.

La TLP 2024: Nostalgia y nuevas experiencias

Charly Peña con cosplay de Howl Personaje de la película, el castillo ambulante

Este año, la TLP fue nostálgica para mí. La organización y distribución de los stands se mantenía igual que hace diez años, y fue divertido ver cómo todo estaba casi en el mismo lugar. Mi amiga, una misteriosa cosplayer, me propuso acompañarla, y accedí sin dudarlo. Al final, fue una experiencia maravillosa. Aunque solo pude asistir un día, fue suficiente para sentir que, aunque todo cambia, el amor por lo que sentimos sigue intacto.

Ese día, muchas personas se acercaron a nosotros, pidiéndonos fotos con sus personajes favoritos, y fue una alegría ver cómo nuestra afición sigue generando felicidad. La TLP es necesaria para que la juventud comparta su talento y socialice. Aunque muchos no se despeguen de sus pantallas, al menos lo hacen en compañía, recuperando el espíritu del multiplayer local, ese nexo que unía a los niños de los años 90. No dejemos que se pierda.

La amiga misteriosa, Marion con cosplay de Sophie del Castillo Ambulante.
La amiga misteriosa, Marion con cosplay de Sophie del Castillo Ambulante.
Ejemplo de gente bonita que nos acompañó en el evento. TLP Tenerife 2024.
Ejemplo de gente bonita que nos
acompañó en el evento.
TLP Tenerife 2024.

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